«El intruso retiró el muñeco y observó la carita de la niña []. No había ya luz en su rostro y la sensación de estar ante un receptáculo vacío se acrecentó al llevarse de nuevo el muñeco a la cara para aspirar el aroma infantil, ahora enriquecido por el aliento de un alma.»
La muerte súbita de una niña en Elizondo resulta sospechosa: el bebé tiene unas marcas rojizas en el rostro que indican que ha habido presión digital, y además, su padre intenta llevarse el cadáver. La bisabuela de la pequeña sostiene que la tragedia es obra de Inguma, el demonio que inmoviliza a los durmientes, se bebe su aliento y les arrebata la vida durante el sueño. Pero serán los análisis forenses del doctor San Martín los que convencen a la inspectora Amaia Salazar de investigar otras muertes de bebés, que pronto revelarán un rastro inaudito en el valle. Berasategui muere, entonces, inexplicablemente en su celda, lo que despliega una trepidante investigación que llevará a Amaia al auténtico origen de los sucesos que han asolado el valle de Baztán. Y mientras, desde el bosque, una impresionante tormenta llega para sepultar la verdad más demoledora.